La batalla de Simancas, la primera gran victoria cristiana de la Reconquista
El 1 de agosto de 939 se inició la crucial batalla de Simancas entre los ejércitos del rey Ramiro II de León y los de Abderramán III. Los musulmanes pretendían hacerse con Zamora. El califa había llamado a la guerra santa, a la Yihad. Fueron derrotados después de seis días.
Junto con los leoneses lucharon navarros, castellanos y aragoneses. La fortaleza de Simancas era el único obstáculo que dificultaba al ejército de Abderramán llegar a Zamora. Cuentan las crónicas que el ejército musulmán estaba formado por 100.000 hombres.
El nombre que había dado el califa a la campaña era el «Supremo Poder». No se trataba de una razia en la que los musulmanes atacaban un lugar, lo saqueaban, lo arrasaban, tomaban esclavos y volvían a sus ciudades. Se trataba de una campaña de conquista. Querían Zamora.
El choque inicial de los dos ejércitos favoreció a los musulmanes. Los cristianos sufrieron grandes bajas y tuvieron que refugiarse tras la murallas de Simancas. Parece ser que la incompetencia y las desavenencias de los jerarcas musulmanes impidieron que el asedio fuera eficaz.
La resistencia de los cristianos provocó numerosas bajas en el ejército musulmán. Fueron de tal entidad que el califa a los seis días de comenzado el enfrentamiento ordenó levantar el campamento y la retirada de su ejército hacia Córdoba. Ramiro II ordenó entonces atacar.
Encontrándose los moros de retirada, los cristianos salieron en su persecución. Durante días hostigaron a los musulmanes y el día 21 de agosto lograron emboscarlos en unos barrancos sitos en un lugar llamado la Alhándega. Miles de musulmanes murieron en aquel lugar.
Cuentan que durante la batalla se apareció San Millán, nombrado por entonces patrón de Castilla. Gracias a la victoria cristiana la frontera se trasladó hasta el río Tormes, asegurando la repoblación en valle del Duero. Fue la primera gran victoria cristiana de la Reconquista.
Los generales y oficiales musulmanes fueron acusados por Abderramán III de traición y acabaron sus vidas crucificados en tierras del califato. Gracias a la victoria se repoblaron Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda, Ledesma y Vitigudino.