El rey Alfonso I de Asturias y el «Desierto del Duero».

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El Rey Alfonso I de Asturias

El Rey Alfonso I de Asturias

El rey Alfonso I de Asturias sucedió en el trono al hijo de Pelayo, Favila, el que según la leyenda fue comido por un oso cuando andaba de cacería y que debió morir sin descendencia, al menos lo suficientemente adulta para poder gobernar.

Era hijo del duque visigodo de Cantabria y estaba casado con la hija de Pelayo, Ermensinda, por tanto, era cuñado de Favila.

Su reinado duró dieciocho años. Coincidió con una etapa de conflictos en la zona ocupada por los musulmanes que comenzó con una revuelta de los beréberes que se inició en el norte de África en el 740 y se extendió por todo Al-Andalus a causa de los privilegios que para sí se guardaban los árabes en detrimento de aquellos: los beréberes tenían derecho a menos botín en caso de guerra, ocupaban la primera línea de combate mientras los árabes quedaban en retaguardia y tenían que sufrir impuestos más altos.

Los beréberes atacaron a las tropas árabes que estaban en las cercanías del reino de Asturias lo que hizo que tanto beréberes como árabes se replegaran hacia el sur dejando un vacío en el noreste peninsular que fue aprovechado por Alfonso I. Acompañado de su fiel hermano Fruela, o gracias a razias lideradas por este último, recorrieron triunfalmente con sus tropas territorios que se encontraban al sur de la cordillera cantábrica hasta el Duero, Galicia y el norte Portugal, y las comarcas de la cuenca alta del Ebro.

Según la Crónica Aldeldense tomó Lugo, Tuy, Oporto, Braga, Chaves, Viseo, repobló la Liebana o comarca de Potes junto a los Picos de Europa, la zona de Santillana, Trasmiera, Laredo, tierras vizcaínas del río Nervión, en Sopuerta y Carranza. Por el sur llegó a Astorga, León, Simancas, Ledesma, Águeda y Salamanca y recorrió la meseta desde Saldaña, Mabe, Amaya y Oca hasta Ávila, Segovia, Sepúlveda, Clunia, Arganza y Osma.

Lógicamente las ocupaciones de esas ciudades fueron temporales pues el reino de Asturias no contaba con un ejército lo suficientemente numeroso para poder establecer una guarnición en cada una de ellas. Lo que si logro Alfonso I fue devastar tierras, aniquilar enemigos y desplazar hacia su reino a la buena parte de la población cristiana convirtiendo el valle del Duero casi en un desierto, en una zona de nadie desocupada en gran medida que hizo de frontera entre el reino de Asturias y al-Andalus. Creó el que llamarían el “Desierto del Duero».

Para Sánchez Albornoz “intencionada o azarosa la creación de desierto del Duero (el curso de la historia fue completando su intensidad hasta hacerlo muy completo), tuvo inmediatas y profundas consecuencias históricas. Desde temprano dificultó los ataques frontales al reino cristiano y obligó a los musulmanes a canalizarlos hacia las marcas de oriente y occidente, con lo que facilitó el aseguramiento de la defensa. Pero además, las masas arrancadas del yermo por Alfonso y su hermano durante casi veinte años de campañas, cuya cronología y cuyo desarrollo estratégico y táctico ignoramos, pero de las que no cabe dudar, aumentaron la densidad de población de la zona costera habitada por astures y cántabros”.

A la muerte de Alfonso I de Asturias los límites del reino de Asturias se habían ampliado quedando dividido en siete distritos que quedaban al mando de un “comte”. Según la Crónica alfonsina los siete distritos eran Primorias (Piloña), Liebana (Liébana), Trasmera (zona de Cantabria), Supporta (zona de Vizcaya), Carranza. Bardulia (norte de Burgos y parte de Álava) y la parte marítima de Galicia.

El rey Alfonso I de Asturia falleció en Cangas de Onís en el 757 de muerte natural siendo enterrados sus restos junto con los de su esposa Ermensinda en el monasterio de Santa María de Covadonga que por entonces se encontraba en territorio de Cangas.

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