El Asesinato de Pedro I de Castilla el Cruel por Enrique de Trastámara: «Ni Quito ni Pongo Rey, pero Ayudo a mi Señor»
Hace 653 años que fue pronunciada la frase: «ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». Ocurrió en Montiel. Pedro I de Castilla el Cruel, no confundir con otro Pedro, fue asesinado por su hermanastro Enrique después de recibir la ayuda del francés Bertrand du Guesclin.
Refugiado el rey Pedro I de Castilla, también recordado como el Justiciero, en el castillo de Montiel después de ser derrotado en el campo de batalla por su hermano Enrique de Trastámara, el mercenario Guesclin engañó a Pedro I y logró que fuera al campamento de Enrique.
Una vez en el campamento, Enrique salió a su encuentro alto tenso: «¿Dónde está ese judío hideputa?». A lo que respondió el rey legítimo «¡El hideputa seréis vos, pues yo soy hijo legítimo del buen rey Alfonso!». Vamos, no se alegraron de verse.
Enzarzados los dos hermanos en plena pelea es cuando la leyenda afirma que Bertrand du Guesclin pronunció la famosa frase «ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». Con una zancadilla tiró al rey Pedro al suelo y le agarró, mientras Enrique le introducía una daga en el cuello.
Para que los partidarios del rey Pedro tuvieran conocimiento de la muerte de su señor, el ya rey Enrique II de Castilla «El Fraticida», el primer Trastámara, ordenó que se paseara la cabeza del rey Pedro en lo alto de una lanza por los pueblos de Castilla.
Hay que tener en cuenta que el rey Pedro I de Castilla, cuando falleció su padre Alfonso IX, encerró a la amante de su padre y madre de Enrique en el Alcázar de Sevilla. Tan despiadada fue la prisión que pidió al rey que la ajusticiara. Y así lo hizo. Ejecutó a Leonor de Guzmán.
El cuerpo sin cabeza del rey Pedro I de Castilla fue enterrado primero en el Castillo de Montiel. En 1446 el rey Juan II de Castilla ordenó que fueran trasladados al Convento de Santo Domingo el Real de Madrid donde fueron instalados en un sepulcro ante el altar mayor.
En 1877 los restos del rey Pedro I de Castilla fueron trasladados a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. Curiosamente se hayan junto a los de su hermanastro el infante D. Fadrique al que el rey dio muerte en el Alcázar de Sevilla a los pocos años de acceder al trono.
Fadrique de Trastamara era hijo, bastardo pues no nació en matrimonio, de Alfonso XI de Castilla y de su amante Leonor de Guzmán. Cuatro hijos tuvieron Alfonso y Leonor. Fadrique era hermano gemelo de Enrique, el que asesinó a Pedro I.
Hacia el año 1353, Fadrique se puso de parte de Juan Alfonso de Alburquerque “el del ataúd”, noble que encabezaba una rebelión contra el rey Pedro I. A punto estuvieron de acabar con el rey en Toro.
Sofocada la rebelión, Pedro I trató de asesinar a Fadrique de Trastamara primero en Tordesillas y luego en Ágreda. En ambas ocasiones el hermanastro del rey logró escapar. No tuvo tanta suerte en Sevilla a finales de mayo de 1358.
Hallándose Fadrique en el Alcázar de Sevilla, el ballestero mayor del rey Pedro I logró apresarlo y junto a otros cinco más trataron de matarle a mazazos. Al ver que Fadrique no moría “sacó el Rey una broncha que tenía en la cinta, e diola á un mozo de su cámara, é fízole matar.”
Una vez muerto su hermanastro, Pedro I ordenó que le fuera servida la comida en una mesa que se encontraba frente a su cadáver. “E desque esto fue fecho, aséntose el Rey á comer donde el Maestre yacía muerto en una quadra que dicen de los Azulejos, que es en el Alcázar”.
Du Guesclin, Napoleón, los cien mil hijos de San Luis… Desgraciadamente, de allende los Pirineos y de la pérfida Albión han llegado grandes infortunios para España, si bien los hispanos siempre han terminado venciendo tantos males con la ayuda de Dios manifestada mediante el valor de su pueblo indómito, hasta llegar a los altares de la Victoria para ofrendar generosamente su sangre en sacrificio para preservar su Libertad, Unidad y grandeza…
A Gino Islas
Yo había entendido que “Dios ayuda a los malos/ cuando son más que los buenos”… y que por eso “vinieron los sarracenos/ y nos molieron a palos”. Véte a saber.
Mejor no mezclar fuerzas extraterrenas con los turbios asuntos de aquí abajo… aunque, por supuesto, qué bien que a veces los invasores fracasaron en su torvo designio.