San Fermín no fue un batasuno

San Fermín
Lo primero que hay que aclarar es que Pamplona fue fundada por los romanos en tiempos de César Augusto y la llamaron Pompaelo. Lo de Iruña es un invento nacionalista vasco que data del siglo XIX.
San Fermín nació en el siglo III en Pompaelo, en una familia romana. Su padre, Firmo, era un senador pagano, pero se convirtió al cristianismo tras escuchar las enseñanzas de San Honesto, discípulo de San Saturnino, obispo de Toulouse. Fue este último quien, según la tradición, bautizó a Fermín cuando aún era niño.
San Fermín se dedicó a la evangelización, comenzando por Navarra y más tarde viajando a la Galia, actual Francia. Su predicación, dicen que acompañada de milagros, consiguió la conversión de numerosos idolatras. San Fermín fue ordenado sacerdote y más tarde se convirtió en el primer obispo de Amiens.
El Martirio por Cristo
Durante una época en la que el Imperio romano perseguía a los cristianos, San Fermín fue arrestado por predicar la fe. Ante las autoridades, se negó a renegar de Cristo. Por su firmeza, fue encarcelado, torturado y finalmente decapitado en Amiens hacia el año 303, en plena persecución de Diocleciano.
Sus reliquias fueron trasladadas a Pamplona en el siglo XII, reforzando la conexión entre el santo y su ciudad natal. Aunque San Saturnino es el patrón oficial de Pamplona, San Fermín es venerado como co-patrón de Navarra, junto a San Francisco Javier.
San Fermín suele ser representado con vestiduras episcopales (mitra y báculo), a veces con una palma que simboliza su martirio o una espada, en referencia a su decapitación. Se le considera protector contra enfermedades y catástrofes naturales, y se le invoca especialmente en Navarra y en Amiens, donde también es patrón.