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Primo de Rivera y Alfonso XIII: el error que precipitó la Segunda República

El 14 de septiembre de 1923, el rey Alfonso XIII aceptó formalmente el Directorio Militar establecido por el general Miguel Primo de Rivera, consolidando así el golpe de Estado iniciado el día anterior. La operación contó con el apoyo de buena parte de las élites catalanas, en especial de la burguesía industrial, que no solo aceptó el golpe, sino que en gran medida lo alentó y lo contempló con buenos ojos.

Barcelona vivía entonces una situación de violencia y caos, marcada por el auge del anarquismo y la amenaza de una revolución obrera que ponía en peligro los negocios y los intereses económicos. En los meses previos al golpe habían muerto 59 personas en enfrentamientos entre anarquistas, pistoleros de la patronal y Fuerzas de Orden Público.

La crisis de Marruecos y el Expediente Picasso

Otro de los factores decisivos fue la crisis del Protectorado marroquí. Tras el Desastre de Annual (1921), con unos 10.000 soldados españoles muertos, el Ejército y la monarquía quedaron en entredicho. El Expediente Picasso, abierto en las Cortes, apuntaba a negligencias graves de los mandos militares e incluso a la implicación del propio Alfonso XIII, que había alentado las operaciones en Marruecos. El riesgo de que el Parlamento exigiera responsabilidades políticas suponía una amenaza directa para la Corona.

El 15 de septiembre, Alfonso XIII firmó el Real Decreto que nombraba a Primo de Rivera jefe del Gobierno y creaba el Directorio Militar. La Gaceta de Madrid lo publicó el día 16 y el 17 se decretó la disolución de las Cortes, iniciándose una dictadura que duraría siete años.

El decreto supuso la suspensión de la Constitución de 1876 y el cierre inmediato de las Cámaras. El apoyo del rey fue fundamental para legitimar el golpe: sin su firma, Primo de Rivera habría sido un simple rebelde. Al aceptarlo, Alfonso XIII se convirtió en su principal valedor, comprometiendo así seriamente a la Corona, pues los éxitos y fracasos del régimen dictatorial quedaban ligados a su figura.

El camino hacia la Segunda República

Cuando llegaron los fracasos y Primo de Rivera dimitió en enero de 1930, desgastado por la crisis económica y el desprestigio social, la monarquía perdió la poca legitimidad que le quedaba. Las fuerzas políticas marginadas durante los siete años de dictadura —liberales, conservadores, republicanos y catalanistas— culparon al rey por haber permitido el golpe y la suspensión de la Constitución.

El colapso del régimen y la pérdida de apoyos arrastraron a la propia Corona. Poco después, en abril de 1931, se proclamaba la Segunda República.

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