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La Gioconda bajo la cama: el insólito robo que la hizo eterna

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La mañana del 22 de agosto de 1911 faltaba un cuadro en el Museo del Louvre de París. Por entonces el lienzo no era tan famoso mundialmente como en nuestros días. Se trataba de la hoy fotografiadísima Gioconda, pintada por Leonardo da Vinci en el siglo XVI. Llevaba 24 horas desaparecida sin que nadie se hubiera dado cuenta de que ya no estaba colgada en la pared.

¿Quién se dio cuenta? Un pintor que tenía la intención de copiarla: Louis Béroud. Inmediatamente dio la voz de alarma y la pinacoteca cerró sus puertas, pero ya era tarde. El autor del robo la tenía escondida en un baúl debajo de su cama en un modesto apartamento parisino.

El ladrón se llamaba Vincenzo Peruggia, un humilde carpintero italiano que había trabajado en el museo fabricando marcos y vitrinas. Conocía los pasillos y vestía la bata blanca que identificaba al personal del Louvre. La noche del 20 al 21 de agosto se ocultó en un armario de servicio esperando hasta que el museo estuvo vacío. Luego retiró la pintura, la cubrió con su ropa y salió tranquilamente por una puerta.

Durante dos años miles de curiosos acudieron al museo solo para contemplar el hueco vacío en la pared. Peruggia tuvo bajo su cama durante ese tiempo la obra de Da Vinci y fue detenido cuando trató de venderla en Florencia a través del anticuario Alfredo Geri, quien alertó a las autoridades.

En el juicio que se celebró contra el carpintero italiano, este alegó que había llevado a cabo el robo por patriotismo, pues entendía que el cuadro debía regresar a Italia, donde algunos de sus compatriotas lo consideraron un héroe. Fue condenado a un año de prisión, cumpliendo únicamente siete meses. Antes de ser devuelta al Louvre a comienzos de 1914, la Gioconda fue exhibida y aclamada en varias ciudades italianas.

Gracias al robo, la pintura se hizo mundialmente famosa. Por entonces no pasaba de ser un cuadro renombrado entre especialistas. Las noticias del robo, de la detención del ladrón y del juicio, amplificadas por la prensa de la época, otorgaron a la obra de Leonardo una aureola legendaria que persiste hasta nuestros días.

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