Los llamados Dragones de Cuera fueron un cuerpo militar de caballería único dentro de la Monarquía Hispánica o Imperio español. También se conocieron como “soldados presidiales”. El cuerpo se creó en el XVI consolidándose en el XVIII con el reglamento de 1772 como fuerza de caballería ligera destinada a la defensa del vasto y peligroso septentrión novohispano, en territorios que hoy corresponden al norte de México y el sur de Estados Unidos.
Cada soldado tenía asignado varios caballos para poder recorrer largas distancias y solían ser criollos o mestizos nacidos en América que se alistaban de forma voluntaria. También actuaban como exploradores, cartógrafos y negociadores con las tribus indígenas siendo a menudo la única representación del poder español por aquellas tierras.

Su nombre proviene de la cuera, una armadura de varias capas de cuero curtido —generalmente de venado o búfalo— que protegía eficazmente de las flechas y lanzas utilizadas por los pueblos indígenas nómadas de aquellas regiones, como apaches, comanches o seris. El soldado solía portar, además de la cuera, un sombrero de ala ancha, botas altas, adarga de cuero, lanza, espada y armas de fuego como mosquetes o carabinas. Todo ello hacía de su figura una imagen muy distinta a la del soldado europeo de línea, ya que eran hombres adaptados a la dureza del desierto, de las montañas y de las llanuras del norte.

Los Dragones de Cuera estaban organizados en presidios, puestos militares o fortificaciones distribuidas estratégicamente a lo largo de la frontera. Desde allí realizaban largas patrullas, custodiaban convoyes, escoltaban a viajeros y misioneros y defendían los asentamientos y misiones frente a los ataques de los grupos indígenas. Eran soldados de frontera, hombres recios y resistentes, acostumbrados a recorrer enormes distancias y a combatir en condiciones adversas.
La presencia de este cuerpo fue esencial para sostener la expansión española hacia Texas, California, Nuevo México, Sonora o Chihuahua, territorios alejados de los grandes centros urbanos del virreinato. Su resistencia y disciplina permitieron mantener el control de extensas áreas que, de otro modo, habrían quedado fuera de la influencia hispana.
Los Dragones de Cuera se mantuvieron en activo hasta los años de la independencia de México, cuando sus efectivos fueron absorbidos en parte por el nuevo ejército nacional.
El cuadro es obra del gran pintor Augusto Ferrer Dalmau.