Sisenando, un rey ilegítimo que sacralizó la monarquía

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Sisenando

Sisenando

Sisenando alcanzó el trono en 631 y reino a los visigodos hasta el 12 de marzo de 636, fecha de su fallecimiento por muerte natural. Logró reinar destronando a su antecesor, Suintila. Pertenecía a una importante familia de la nobleza goda asentada en la provincia de Narbona, en la Septimania.

Sisenando se rebeló contra Suintila en el año 630 siendo duque de la Septimania apoyado por una mayoría de nobles y eclesiásticos que había vistos recortados su prebendas. Para alcanzar sus propósitos se alió con los francos de Dagoberto, rey de Austrasia, Neustria y Borgoña, al que prometió a cambio una bandeja de oro del tesoro visigodo regalada por Aecio a Tugismundo que pesaba quinientas libras y que era una de las piezas más preciadas y que era conocida como “missorium”. En la Real Academia de la Historia se conserva un «missorium», aunque en realidad poco tiene que ver con la descripción que acabamos de dar del que ofrecía Sisenando.

Disco de Teodosio

En marzo de 631 el ejército de Sisenando, junto con el de los francos de Dagoberto, entró en la Tarraconense. Suintila convocó al ejército para hacer frente a la amenaza rebelde con el propósito de disolverla en el valle del Ebro. Pero a medida que los rebeldes avanzaban todos los eventuales apoyos de Suintila se iban disolviendo: de hecho su hermano Geila se pasó al bando rebelde creyendo que conseguiría la corona visigoda.

Al ser las tropas de SIsenando bastante más numerosas que las de Suintila este optó por abdicar y entregarse al rebelde en Zaragoza. Al legitimo rey se le respetó la vida y algunas propiedades.

Sisenando fue reconocido como rey el 26 de marzo de 631 en Toledo. Lo primero que hizo fue entregar el precio pactado a Dagoberto: el “missorium” de 500 libras de oro adornado con piedras preciosas que el patricio Flavio Aecio regalara a Turismundo en 451, un bien muy preciado para los visigodos. Debido a ello cuando la comitiva franca volvía a Francia fue asaltada por unos nobles godos y fue recuperado. Sisenando tuvo que compensar a Dagoberto pagándole la cantidad de 200.000 sólidos áureos, una cantidad muy superior a lo que podría contener en oro el “missorium”.

Luego tuvo que hacer frente a dos rebeliones: las de Iudila en el sur y la de Geila, hermano del derrocado Suintila. Ambas rebeliones estaban sofocadas en el 633.

Con el objetivo de legitimarse en el trono, Sisenando convocó el IV Concilio de Toledo celebrado en diciembre de 633 en la basílica de Santa Leocadia bajo la dirección de San Isidoro y en presencia de 66 obispos o vicarios por ellos delegados y los nobles del Aula Regia.

La clave del IV Concilio de Toledo se encuentra en su canon 75 en donde se establecen las obligaciones del pueblo hacia los reyes y de los reyes hacia el pueblo que para Soto Chica fue “una suerte de `contrato social’ extraordinario que marcó el resto de la historia del reino y que constituye una sanción de la monarquía electiva, de su sacralidad y de derecho de los pueblos a ser regidos en justicia y con benignidad y la obligación de los reyes a actuar conforme derecho y beneficio del pueblo.”

En el Concilio se estableció que la corona es algo sagrado, vinculado directamente a Dios, y quienes traicionan al rey provocan la ira divina. El rey es el “ungido del Señor” que está bajo la protección de Dios pero queda marcado por las leyes del reino y está obligado a su acatamiento.

Por otra parte, como la corona es sagrada la pena para quién atenta contra ella es el anatema, es decir, la excomunión, la exclusión de la comunidad y, eventualmente la muerte.

“Cualquiera pues, de nosotros o de los pueblos de toda Hispania, que violare con cualquier conjura o manejo el juramento que hizo en favor de la prosperidad de la Patria y del pueblo de los godos y de la conservación de los reyes, o intentare dar muerte al rey, o debilitare el poder del reino o usurpare con atrevimiento tiránico el trono del reino, sea anatema, en la presencia de Dios padre y de los ángeles y arrójesele de la Iglesia Católica”.

También se dispuso el carácter electivo de la monarquía y la elección del soberano en la que participarían en asamblea los grandes del reino tanto laicos como religiosos que lo hacen en nombre del “Spaniae populi”, es decir, de los “pueblos de España”.

A partir de Sisenando los reyes visigodos deben ser ungidos y recibir el juramento de su pueblo que deben formular no solo los grandes del reino sino “todos los pueblos de Spania”. Además, el rey debía recibir el visto bueno del Concilio.

El reinado de Sisenando llegaría a su fin con su fallecimiento el 11 de marzo de 636. Le sucedería Chintila. ¿Se respetó en la elección del nuevo monarca lo establecido en el IV Concilio de Toledo? Parece ser que sí.

Fuentes:

La España de los Siglos VI a XIII

Real Academia de la Historia

Historia de los Visigodos

Los Visigodos, Hijos de un Rey Furioso

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