Recaredo logra la unión religiosa en el Reino Visigodo de Spania
Recaredo logra la unión religiosa. Sucedió a su padre Leovigildo, fue proclamado rey en el año 586 y murió de muerte natural en Toledo en diciembre de 601 dejando la corona en manos de su hijo Liuva II. Recaredo “heredó de su padre un reino godo consolidado como poder hegemónico en la Península Ibérica como nunca lo había sido”.
Es sobre todo recordado porque al año siguiente a su entronización fue el primero de los reyes visigodos que se convirtió al catolicismo. De esta forma podríamos decir que Spania, Hispania o España, como ustedes la quieran llamar, dejó de ser arriana para ser católica contando por cierto con la colaboración de la jerarquía católica hispana liderada por el obispo Leandro de Sevilla, hermano de San Isidoro de Sevilla.
Las razones por las que Recaredo llevó a cabo esa decisión se debían a que al igual que su padre, buscaba la unidad política del reino a través de la religión. Leovigildo lo había intentado tratando de atraer a los católicos a la fe arriana. Recaredo comprendió, que siendo mayoría los hispanorromanos católicos, era más sencillo que la minoría visigoda arriana se pasara al catolicismo.
Otra de las razones fue que la conversión al catolicismo del reino visigodo borraba uno de los argumentos que solía emplear el Imperio Romano de Oriente para desprestigiar a los visigodos ante el papa de Roma: la herejía arriana.
Recaredo convocó y presidió el tercer Concilio de Toledo que se reunió en mayo de 589. Asistieron sesenta tres obispos y la batuta del sínodo la llevó el católico Leandro de Sevilla, también sería santificado como su hermano San Isidoro, que presentó a Recaredo como “orthodoxus rex” que estaba sentado junto con los obispos de la misma manera que lo hizo el emperador Justiniano en el Concilio de Nicea, el primero después de que se convirtiera al catolicismo. Recaredo, junto con la reina Baddo, firmó las actas del Concilio.
Recaredo hizo leer un texto por el que se declaraba anatema todo el conjunto de la doctrina arriana y todos los presentes quedaban obligados a convertirse al credo de Nicea incluyendo por supuesto la creencia de la Santísima Trinidad que era negada por los arrianos.
Gracias al Concilio de Toldo el arrianismo dejó de ser la religión oficial del reino volatilizándose la liturgia arriana, siendo las misas a partir de entonces dadas en latín a la manera de Roma. Se confirmó que no era necesario un nuevo bautismo para pasar el arrianismo al catolicismo y que los obispos arrianos que así lo hicieran serían reconocidos en sus sedes y permanecerían en posesión de sus bienes y privilegios.
Para Daniel Gómez Aragonés “tras la abjuración oficial y a partir de este momento, la monarquía goda y la Iglesia católica sellaron un vínculo que bien podemos considerar de carácter sagrado y que marcó los designios de los tiempos que estaban por venir, ofreciendo un soporte ideológico que conectaba el poder terrenal con el celestial.” De hecho el Papa Gregorio Magno “regaló al soberano visigodo, entre otras reliquias, un lignum cruzis, una astilla de la auténtica cruz de Jesucrito que pasó a tener un valor simbólico trancendental para el Regnum Gothorum”.
Además, gracias al Concilio, la Iglesia consiguió notables prerrogativas en materias judiciales y administrativas de forma que los sínodos provinciales tendrían la capacidad de revisar cada año las decisiones de los jueces civiles de forma que se convertirán en una especie de tribunal de apelación y los obispos también tendrán el poder de revisar las decisiones de los gestores del tesoro público con la posibilidad de trasladar al rey las acusaciones pertinentes. También en delitos como por ejemplo la herejía los obispos instruirán las causas y dictarán sentencia junto a los jueces civiles.
Pero el camino al III Concilio del Toledo no fue sencillo, no fue un camino de rosas. Antes de su celebración Recaredo tuvo que resistir y vencer tres conspiraciones:
- La primera conspiración fue protagonizada por Sunna (obispo arriano de Mérida), y los condes Seggra, Vagrilia y Witerico. Pretendían asesinar al obispo Masona, un visigodo convertido tiempo atrás al catolicismo, al duque Claudio, un hispanorromano que había sido fiel al padre de Recaredo y que era un sólido puntal de la sociedad emeritense y lusitana y al rey. Entendían que asesinados los dos primeros, Recaredo atacaría Mérida, se generaría una nueva guerra civil y si derrotaban a las tropas reales Seggra podría acceder al trono después de asesinar a Recaredo. Pero Witerico les salió rana: traicionó a los conspirados y puso en conocimiento de Claudio sus intenciones. Este rápidamente detuvo a Seggra, Vagrilia y al obispo Sunna. Al primero le cortaron las manos, se le incautaron sus bienes, fue desterrado a Galicia y al prelado lo condenaron al destierro al norte de África. Vagrilia le fueron incautados sus bienes, pero el obispo Masona intercedió por él y fue perdonado.
- La segunda conspiración fue protagonizada por el obispo Urdila y la madrastra del rey, la anciana reina Gosuinda que no estaban dispuestos a que el catolicismo triunfara y que fue descubierta justo antes de la celebración del Concilio en el 589. El primero fue desterrado mientras que la segunda murió al poco de ser detenida sin que sepamos si fue a causa de muerte natural o si fue obligada a suicidarse.
- La tercera conspiración se inició en la Narbonense gracias al obispo al obispo arriano Athaloc y los condes Wildigerno y Granista. ¿Y a quién piden ayuda para derrotar a Leovigildo? Al católico y franco rey de la Borgoña, Gontrán, que prefiere perjudicar al reino rival visigodo antes que el catolicismo triunfe. Envía a Carcasona un ejército, según algunas fuentes de sesenta mil hombres al mando del duque Bosón. Recaredo por su parte, según San Isidoro, envió una tropa de 300 hombres a cuyo frente estaba el anteriormente mencionado duque Claudio y que con tan exigió número de soldados logró matar a 5.000 francos y hacer prisioneros a otros 2.000. Evidentemente no cuadran las cifras esgrimidas por San Isidoro por mucho que se alegue que los 300 atacaron el campamento franco por sorpresa y los atrajeron a una emboscada. El santo achacó la victoria a que Dios ayudó a los visigodos. Los conjurados fueron también apresados.
Pero hay más, después de la celebración del III Concilio de Toledo, Recaredo tuvo que sufrir y abortar otra conspiración. Esta vez de manos de un duque provincial llamado Argimundo que era un cubiculario, un noble de confianza del rey que dormía junto a su cámara y atendía el servicio doméstico del monarca. La conjura fue descubierta en el año 590. Trataba de matar al rey y de poner en el trono al duque díscolo. Sus cómplices fueron ejecutados y a Argimundo le tocó pero suerte: fue azotado y flagelado, decalvado después (es decir, le arrancaron la caballera, le amputaron la mano derecha y fue paseado a lomos de un burro por Toledo antes de ser ejecutado.
Los últimos años de su reinado, Recaredo los dedicó a fortalecer la conversión del reino convocando una serie de concilios de naturaleza provincial en Narbona (589), Zaragoza (592), Huesca (598) y Barcelona (599) y uno general en Toledo (597).
En el año 599 Recaredo se las tuvo que ver con los bizantinos que por entonces seguían teniendo territorios en la Bética y en la Cartaginense, en el sureste peninsular. Después de una refriega en la frontera, Recaredo trató de buscar la mediación del papa Gregorio Magno su mediación buscando seguramente que el Imperio Romano de Oriente dejaran de tener territorios en Hispania logrando la unificación territorial de toda la Península. No lo logró, el Santo Padre que le recordó que un tratado entre Toledo y Constantinopla que dio origen a la provincia bizantina de Spania concedía al Imperio más territorios de lo que ahora disponía y que era mejor no remover el asunto.
Recaredo falleció muy joven, a la edad de 40 años, en paz, de muerte natural en Toledo el 21 de diciembre del año 601 dejando el reino unificado religiosamente. Le sucedió su hijo Liuva II, de dieciocho años, hijo de su esposa Baddo. Al año u medio de reinado sufrió un golpe de estado a manos de aquel noble que descubrió la conspiración que estaban llevando a cabo el obispo de Mérida, Sunna y los condes Seggra, Vagrilia y el mismo traicionando a sus compañeros de complot. Pero eso es otra historia.
La España de los Siglos VI a XIII
Los Visigodos, Hijos de un Rey Furioso
Imagen: «La Conversión de Recaredo» (Antonio Muñoz Degrain)