El 26 de septiembre de 1687 el Partenón de Atenas saltó por los aires. Una explosión destruyó por completo el interior del templo, hundió el techo, derribó un buen número de columnas junto con el entablamento que estas sostenían y fragmentó muchas de las esculturas y elementos arquitectónicos.
¿Y cómo ocurrió aquella catástrofe?
Por aquel entonces andaban en guerra la República de Venecia y el Imperio Otomano. Los venecianos, al mando del general Francesco Morosini, sitiaban la Acrópolis, defendida por las tropas turcas.
Los turcos habían transformado el Partenón en un almacén de pólvora, confiando en que los venecianos no se atreverían a disparar contra uno de los monumentos más célebres de la Antigüedad. Sin embargo, la artillería veneciana apuntó a la Acrópolis y un proyectil de mortero alcanzó directamente el Partenón, encendiendo la pólvora que contenía. Se produjo una explosión colosal.
Hasta ese momento, el templo erigido en honor de Atenea había sobrevivido en buen estado durante más de dos milenios. Aunque el Partenón había sufrido modificaciones a lo largo de los siglos (convirtiéndose en iglesia cristiana y luego en mezquita), había permanecido relativamente intacto en su estructura clásica. La explosión de 1687 lo redujo a la condición de gloriosa ruina que esencialmente conocemos hoy.
El Expolio de los Mármoles y la Participación Británica
Años más tarde, los ingleses también participaron en la desgracia del Partenón. Thomas Bruce, conde de Elgin, embajador británico en Constantinopla, obtuvo en 1801 un permiso de las autoridades otomanas (que por entonces seguían ocupando Grecia) para estudiar y dibujar las ruinas. A partir de ahí, fue más allá: ordenó desmontar y arrancar esculturas y relieves del Partenón y otros edificios de la Acrópolis.
- Se llevó frisos, metopas, parte de los frontones y otros restos.
- Entre 1801 y 1812, sus subordinados retiraron casi la mitad de lo que quedaba del programa escultórico de Fidias.
- Tras la ruina económica de Elgin, las piezas fueron vendidas al Gobierno británico y se exhiben desde 1817 en el Museo Británico como los llamados “Mármoles de Elgin”.
Para Grecia, aquel acto fue un saqueo en toda regla, aprovechando la debilidad de un país ocupado. Desde su independencia en 1832, los griegos han reclamado insistentemente la restitución de los mármoles, alegando que son patrimonio inseparable del Partenón y que deberían estar en Atenas, hoy en el Museo de la Acrópolis.
Los ingleses se hacen los suecos…