El asedio de Numancia: antes el suicidio que entregarse a Roma
El Asedio de Numancia por Roma terminó con un suicidio colectivo. En el verano del año 133 antes de Cristo un ejército comandado por el general romano Publio Cornelio Escipión logró tomar la ciudad celtíbera de Numancia. La gran mayoría de sus habitantes prefirieron suicidarse antes que rendirse a Roma.
Las ruinas de la ciudad de Numancia se encuentran en el municipio de Garay en la provincia de Soria, en la comunidad de autónoma de Castilla y León, España.
¿Y cómo y por qué Roma acabó asediando y conquistando Numancia?
La historia de este asedio comienza 20 años antes. En el año 153 antes de Cristo los romanos deciden ataca la ciudad de Segeda que se encontraba a unos diez kilómetros al al sureste de Calatayud, en la actual provincia de Zaragoza. En Segeda residían la mayor parte de los belos, una tribu celtíbera.
Los belos habían decidido ampliar la longitud de sus murallas con la idea de acoger a los titios, un pueblo celtíbero subordinado a los belos. Según los pactos que los romanos habían alcanzado veinticinco años antes y con Sepronio Graco al frente, estaba prohibido que las tribus celtíberas crearan grandes alianzas o fundaran nuevas ciudades que pudieran amenazar a los vecinos situados en territorio romano.
El Senado romano exigió que se cumpliera lo pactado y además que entregaran los tributos que no se habían abonado desde época de Graco a lo que se negaron los segedanos. Entendían que mejorar las murallas no incumplía lo pactado y que estaban exentos de abonar más tributos por una decisión de Roma posterior al acuerdo con Graco.
Ante la negativa de los segedanos a obedecer a Roma su senado decidió a enviarles un ejército de más de treinta mil hombre al mando del cónsul Fluvio Nobílior. Al entender los belos y los titios que no podían vencer a un ejército de tal entidad, abandonan Segeda y son acogidos por otra tribu celtíbera, los arévacos cuya capital era Numancia.
Los arévacos, los belos y los titios preparan una emboscada a los romanos con un ejército de veinte mil infantes y cinco mil jinetes en un lugar cercano al actual pueblo de Almadán en la provincia de Soria. Seis mil romanos mueren en el campo de batalla. Dicen que aquel día era el 23 de agosto de 153 antes de Cristo, el día del dios Vulcano.
Los vencedores deciden entonces atrincherarse en la ciudad de Numancia y los romanos acampan a cuatro kilómetros desde donde tratan de tomar la ciudad durante tres años utilizando incluso elefantes. En uno de los ataques de los romanos una enorme piedra lanzada por los numantinos impactó contra la cabeza de un elefante. Este enloqueció, se dio la vuelta y pisoteó a amigos y enemigos causando decenas de muertos y heridos.
Ese momento de confusión fue aprovechado por los numantinos para salir de la ciudad y matar a cuatro mil romanos y varios elefantes. Ante la inoperancia de Nobílitor el Senado decidió sustituirle por Claudio Marcelo, un general que había logrado vencer al caudillo galo Viridomaro.
Claudio Marcelo llegó a Numancia con ocho mil infantes y quinientos jinetes de refuerzo. Decidió atacar a las poblaciones menores que estaban alrededor de Numancia con el objetivo de obligar a los celtíberos a negociar. Logró someter a la ciudad de Ocilis, asoló los campos que rodeaban la ciudad de Nertobriga que se rindió al ver torres y máquinas de asedio.
En el año 151 Marcelo acampó a un kilómetro de Numancia. Por aquel entonces los belos, titios y arévacos preferían la paz antes de seguir luchando con los romanos y ofrecieron la rendición al cónsul a cambio de que volvieran a estar vigentes las condiciones que se habían pactado con Sempronio Graco y una importante indemnización. Esta paz fue ratificada por el Senado de Roma.
Siguiendo el ejemplo de los lusitanos en el 143 los arévacos deciden revelarse de nuevo contra Roma. Otra vez el Senado romano tiene que ocuparse de Numancia. Otros cónsules fueron enviados todos fracasaron: Metelo, Quinto Pompeyo, Mancino y Lépido.
Roma triunfa cuando elige a su mejor hombre para acabar con Numancia: Publio Cornelio Escipión Emiliano, el Africano Menor, destructor de Cartago en el año 146. Era nieto de Escipión el Africano, el vencedor de Cartago en la Segunda Guerra Púnica.
Escipión puso su propio dinero para llevar a cabo la empresa, organizó su propia tropa y sometió a un fuerte entrenamiento a las legiones que halló en Hispania.
Aplicaría a Numancia el mismo procedimiento que sometió a Cartago: bloqueó todos los accesos a Numancia para que el hambre y las enfermedades acabaran con ellos. Contaba con cincuenta mil hombres para acabar con la resistencia numantina.
Escipión manda construir una empalizada de más de nueve kilómetros de perímetro y cuatro metros de grosor alrededor de Numancia, con torres de vigilancia, rodeada de un foso y con tropas romanas instaladas en varios campamentos. Además, tala los bosques, confisca el cereal de los pueblos vecinos y no permite a los numantinos que se acerquen a los ríos para abastecerse de agua.
Escipión también manda instalar atalayas de madera cada treinta metros equipadas con catapultas, balistas y escorpiones con el objeto de proteger la empalizada de las posibles salidas de los numantinos.
A pesar de la empalizada los numantinos tratarán de sortear el cerco. Megara, líder por entonces de los numantinos, comanda el intento pero tanto el líder como los que le acompañan mueren. Buscaron entonces otra solución, pedir ayuda a las ciudades vecinas. Un noble numantino llamado Rotógenes Caraunio saltó el muro con cinco compatriotas más y recorrieron las ciudades próximas solicitando ayuda en un principio sin ningún éxito. Encontraron ayuda en una ciudad situada a unos sesenta kilómetros de Numancia llamada Lutia que se comprometió a enviarles los hombres más jóvenes. Los romanos descubren el plan, rodean la ciudad de Lutia y exigieron que los jóvenes fueran entregados. Una vez en poder de los romanos Escipión ordenó que les amputaran la mano derecha.
El cerco cumplía su finalidad. Los numantinos pasan hambre. Se están quedando sin provisiones. Envían entonces una embajada a cargo de un tal Avaro para negociar las condiciones de paz. Escipión dice a Avaro que solo aceptaría una rendición incondicional: primero deben entregar sus armas, dejar que los romanos entren en la ciudad y luego esperar a ver que decide sobre su futuro. Al volver Avaro a la ciudad, lo matan y deciden hacer caso omiso a la propuesta de Escipión.
Quince meses aguantan los numantinos. Llegan incluso a devorar los cadáveres de aquellos que mueren. Muchos numantinos deciden suicidarse antes que entregarse a los romanos. Los que no acaban con su vida deciden entregarse después de incendiar la ciudad. Cuando los romanos entran en la ciudad se encuentran una ciudad destruida y únicamente a unos cincuenta sobrevivientes que serán llevados como esclavos a Roma para que Escipión demuestre su triunfo. Los romanos arrasan la ciudad no dejando ni los cimientos y reparten las tierras de Numancia entre los pueblos vecinos. Esto último ocurre en el verano del 133 antes de Cristo.